Una antología de mierda...

Hoy no escribiré cuentos. O tal vez sí. Te contaré el cuento del niño que quería escribir.

Había una vez... ¿sabes qué? Te voy a ahorrar los preámbulos y te haré un "previusli" igual que en las series americanas: el niño era yo. Escribía como un loco y presentaba cuentos a concursos. Nunca gané nada. Fin.
Bueno, me seleccionaron en dos ocasiones. Una fue mi primera experiencia en los timos editoriales. Mi relato sería publicado (guau), en una antología (guau) y se iba a vender (reguau). Podía adquirir los ejemplares al módico precio de trece euros (espera, ¿qué?). Incluso, me sugerían ¡revenderlos a familiares y amigos! (güatdefac). Por aquel entonces no tení ni idea de lo que eran regalías, ni derechos de autor... vamos, que me la metieron doblada.

La segunda selección fue más penosa si cabe. Participé en el decertamen de un conocido canal de televisón con el motivo del estreno de una conocidísima serie de un escritor que resuelve crímenes. Ganaron diez relatos y el premio era que se publicarían en una antología en formato ebook que se distribuiría gratuitamente. Ah sí, y un chaleco con la palabra WRITER en la espalda (¿sabes ya a cuál me refiero?).

La cuestión es que días después contactaron conmigo diciendo que como mi relato les había encantado lo iban a incluir en la antología (guau) y que me la enviarían a mi mail (reguau). Cuando recibí el ebook pude comprobar que lo de maquetar no era lo suyo y se supone que la publicación corría a cargo de una conocida editorial...
Aun así, quise disfrutar de la alegría de ver mi relato en una antología junto a los ganadores y los relatos del resto de participantes. Sí, los habían metido a cascoporro. A todos.

Pero oye, mi relato estaba ahí, en la página trescientos y pico. Allá vamos. Fui a leerlo en el ebook. Para mi sorpresa mi pequeña contribución de ciento ochenta y cuatro palabritas, simpática y ocurrente, había sido convertida, sin ninguna razón, en una mierda infecta de cuarenta y ocho palabras carentes de sentido. Jamás sabré qué clase de estupefacientes tomaba la persona encargada de maquetar eso, mas desde aquí le deseo que su viaje mereciera la pena.

Cabreos y frustraciones a parte eso no me impidió seguir fracasando en innumerables certámenes. Con el tiempo y alguna bronca aprendía que tal vez el problema era que yo no escribía para un jurado: yo era un artista y nadie me puede decir cómo escribir porque...
Nadie que escriba admitirá haber tenido estos pensamientos, pero me juego lo que sea a que TODOS los hemos sufrido. Hay que evolucionar y entonces empecé a escribir específicamente para certámenes, revisando el estilo de anteriores seleccionados. Buscando el enfoque que mejor encaja en la convocatoria. Ni así.

Presa de la más profunda desesperación (los artistas somos muy drama queens) decidí hacer mi propia antología, con casinos y furcias. Y así surgió "Una antología de mierda" catorce relatos más uno que resumen (año arriba o abajo) veinticinco años de infructuosos intentos de ver un relato escrito por mí publicado en una antología. A día de hoy, con una novela en librerías y la segunda en camino me sigo frustrando, pero ya me lo tomo con humor. 

Si quieres hacer un recorrido por mi vida en papel te invito a una lectura. Hay para todos los gustos: terror, fantasía, thriler, erótico, lgtbi.

Eso sí, cuidado porque es una antología de mierda, pero es mierda de la buena. Puedes conseguirla aquí en papel (te la llevan a tu casa y en caso de necesidad usarla si se te acaba el papel higiénico).

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